Una experiencia reciente atendiendo un foro que contó con la participación de varios profesionales, me hizo reflexionar sobre el papel del moderador.
Como espectadora disfruto este tipo de actividades ya que permite escuchar opiniones de diversos individuos basadas en sus conocimientos y experiencias, usualmente muy enriquecedoras.
El moderador que más me impresiona favorablemente es el que formula preguntas interesantes que fomentan el debate, quien facilita el diálogo respetuoso entre los participantes, administra efectivamente el tiempo de intervención de cada miembro del panel y, sobre todo, quien logra resumir las ideas más relevantes que han sido vertidas durante la reunión, absteniéndose de compartir sus ideas u opiniones personales ya sean contrarias o similares a las expresadas por los invitados.
He observado moderadores a quienes el don de la palabra se les da muy bien, que comparten sus opiniones sobre lo expresado por cada participante e incluso aportan más información, interesante, por cierto, pero terminan robando protagonismo a los panelistas invitados. En otras ocasiones, al efectuar la relatoría de la sesión, más que resumir los conceptos y opiniones compartidos por los participantes, terminan aportando sus opiniones sobre el tema debatido, asumiendo el papel de un expositor.
Considero que ser elegido para actuar como moderador en un foro o una reunión de expertos, académicos o empresarios es un honor, pues denota una gran confianza en nuestra capacidad para llevar exitosamente el evento; también es una responsabilidad para con los panelistas y la audiencia.
Dejar de lado el ego (nuestro gran enemigo) y entregar el protagonismo a los expositores, manteniéndose en un segundo plano y actuando como un facilitador de la conversación entre expertos y audiencia, causará una grata impresión y será, con seguridad, su mejor papel en el evento.