Hablar en público. Esa expresión resulta paralizante para algunas personas quienes, de manera automática, dicen “no puedo”.
¿Qué los atemoriza? ¿Por qué quedan “en blanco” al momento de pararse frente a su audiencia? ¿Por qué sudan, tiemblan y hasta enferman cuando se acerca el momento decisivo?
Hacer una presentación ante colaboradores, jefes, clientes, directivos y público en general es un privilegio y una responsabilidad, ya que estas personas están dedicándonos su valioso “tiempo” para atender lo que queremos compartirles.
Una presentación requiere una exhaustiva preparación, tanto de la información a compartir como de las ayudas visuales que se utilizarán y el tiempo que dispondremos para hacerlo, todo lo cual debe responder a unos objetivos concretos claramente comunicados a la audiencia.
Habrá quien diga: “pero es que yo preparo mi charla, mis gráficos, tengo mis notas…e igual me congelo o me pongo nervioso”.
De acuerdo, aquí es que comento brevemente sobre el síndrome del impostor, ese fenómeno que afecta a muchas personas (principalmente a nosotras, las mujeres) que piensan que no son suficientemente capaces o competentes, aunque su desempeño profesional y sus resultados demuestren todo lo contrario.
En otra publicación profundizaremos más en este interesantísimo tema, pero por ahora baste saber que el síndrome del impostor es un problema de salud conductual descrito como dudas sobre las capacidades, habilidades o los logros entre personas de alto rendimiento y que no reconocen su éxito, experimentado sentimientos de duda, ansiedad, depresión o temor de ser considerados poco competentes en su trabajo (a pesar de los buenos resultados que obtienen).
¿Cómo superar la angustia cuando nos enfrentamos al reto de realizar una presentación ante un público determinado?
Es normal experimentar algo de nerviosismo; es una señal que nuestro cerebro está alerta y estamos en disposición de actuar. Y esto es magnífico, pero…no es suficiente.
Si realmente conocemos el tema del cual vamos a hablar porque trabajamos en ello a diario, porque lo estudiamos y nos actualizamos constantemente sobre el mismo, porque hemos podido explicarlo a un compañero de trabajo o amigo de manera clara y sencilla durante una conversación, significa que si somos competentes y capaces para exponerlo en público.
Así es que lo primero que debemos hacer es hacer un examen de conciencia objetivo y honesto de nuestras reales capacidades. No se trata de pensar si somos buenos o regulares en un determinado tema, sino de evaluar, con lista en mano, los conocimientos, información y experiencia que poseemos sobre un determinado tema.
Recomendación #1: Hablar del tema que usted domina
Habla del tema con el que está familiarizado, que le gusta compartir porque lo vive a diario (ya sea por trabajo, afición o interés personal). Y si no lo domina, ¡entonces estudie, documéntese y asesórese muy, pero muy bien!
Recomendación #2: Definir el objetivo de la presentación.
No se trata de presentar una serie interminable de diapositivas.
¿Quién será mi audiencia? ¿Para qué estaré frente a ese grupo de personas? ¿Qué esperan ellos de esta presentación? ¿Para informarles a los directivos los resultados financieros del primer trimestre? ¿Para compartir con los colaboradores una solución informática que se va a implementar? ¿Para demostrarle a los clientes los beneficios de un nuevo producto?
En cada uno de los ejemplos antes mencionados habría una cantidad enorme de información que podríamos compartir pero que seguramente no es imprescindible y tomaría demasiado tiempo, más del necesario.
Recomendación #3: ¡Practicar!
Practicar es imprescindible para lograr resultados sobresalientes en cualquier disciplina. Una vez elaborado todo el contenido, diseñadas las ayudas visuales, teniendo a mano las evidencias que sustenten lo que decimos (gráficos, estadísticas, referencias, etc.) atendiendo al objetivo señalado, hay que practicar.
Si no practicamos nuestra presentación, nos asaltará el nerviosismo previo, la angustia y ese síndrome del impostor que creíamos haber desenmascarado se podrá aparecer por ahí para ensombrecer nuestra presentación. Improvisar no es una opción si deseamos obtener un resultado satisfactorio.
Mientras más domine mi tema, más me haya involucrado en preparar la presentación y la haya practicado para verificar los tiempos, más confiada me sentiré y mejor desempeño tendré.